jueves, 31 de enero de 2013

Mi primer trabajo: Armario, Cómoda y Espejo

El día que decidí hacer la reforma de mi casa no fui consciente del lío en el que me metía. Pero lo hice. Sin mirar atrás y con todas las consecuencias. 
Y fue una de las mejores cosas que he hecho hasta el momento.
Lo peor: mis ahorros, años trabajando, desaparecieron tan rápidamente que ni me dí cuenta. 
Lo que quiero decir es que la única manera que tenía para ir amueblando la casa de la forma más económica posible era aprovechar muebles antiguos con el fin de hacerles un lavado de cara tan radical que pareciesen totalmente nuevos y actuales. Con un toque moderno y original
Para mi habitación utilicé el armario, la cómoda y el espejo que habían comprado mis abuelos 25 ó 30 años atrás. Los típicos muebles con ese barniz marrón tan oscuro, con sus tiradores dorados y aquellos detalles en las puertas, totalmente de la época pero que a mi me escandalizaban soberanamente.
Cuando comencé la restauración olvidé por completo fotografiar tales "reliquias". ¡Error tremendo! Menos mal que tengo en mi familia a una artista que plasma a la perfección en un papel cualquier cosa que le describa. El armario era muy similar a esto:

Este fue el mueble que mayor transformación sufrió. 
Fijaos en los tiradores y detalles de las puertas por que los de mi armario eran, prácticamente, así. ¡Ah! aún conservo un tirador de recuerdo:
      
Lo primero que hice fue desmontar un poco los muebles. Con un destornillador y haciendo palanca quité, muy despacio y con mucho cuidado, todos los detalles de las puertas del armario, desatornillé todos los tiradores dorados, tanto de la cómoda como del armario y, en el caso de la cómoda, desmonté las patas de madera antiguas. El espejo sólo necesita un buen lijado y un cambio de color.
Con la masilla y una espátula fui tapando todos los agujeritos que quedaron después de retirar los detalles de las puertas y en todos los sitios donde fuese necesario para nivelar y alisar la superficie antes de imprimarla y pintarla. Una vez se secó la masilla (secado rápido) comencé a lijar con la lijadora eléctrica todos los muebles. Siempre en la misma dirección.
Al ser tan grandes tardé bastante en dejarlos bien pulidos. En las zonas donde no alcanzaba con la lijadora eléctrica, utilicé las lijas de mano hasta que quedaron completamente suaves. Con una lija media (grano 100 a 120) fue suficiente.
A continuación, con la ayuda de un rodillo apliqué una primera mano de imprimación para madera que, por un lado, hacía las veces de tapaporos y por otro, permitía una mejor adherencia de la pintura que íbamos a aplicar después. Lo dejé secar durante 24 horas y volví a aplicar una segunda mano hasta que secó y pude dar una pasada rápida con la lija para eliminar cualquier impureza en el armario, en la cómoda o en el espejo.
Y comencé con la primera mano de pintura.
Elegí una pintura de acabado sedoso para interiores y lista para aplicarla sobre la superficie debidamente imprimada. Encargué un tono especial gris satinado que me mezclaron en la tienda. La verdad es que con la imprimación la pintura se adhería muy bien y se veía fantástica sólamente con la primera pasada.Le dí dos manos de pintura. 
Esta pintura se secaba al tacto en 1 hora aproximadamente y el tiempo de secado entre una mano y otra era de 12 horas.
Compré unos tiradores modernos y muy sencillos tanto para el armario como para la cómoda así como unas patas de aluminio para ésta última. Los tiradores del armario los coloqué a distintas alturas y en horizontal por que me parecía distinto a lo habitual y mucho más original.

El armario quedó así:

 El resultado de la cómoda fue éste:


Y, finalmente, el espejo:


Me da mucha rabia no tener fotos de cómo eran los muebles antes pero seguramente os podéis hacer una idea.
Reconozco que, a pesar de que los resultados para mí fueron de lo más satisfactorios y que el proceso de restauración no fue nada difícil, aunque no muy largo, si llevó mucho, mucho trabajo pero ¡¡¡Me encantan mis muebles nuevos!!!

lunes, 28 de enero de 2013

Tapizando descalzadora con tela vaquera

Una vez vi en una zapatería en algún lugar que no consigo recordar que los asientos donde la gente se probaba los zapatos eran pufs forrados de tela vaquera. 
Me llamó tanto la atención que dije: «Yo tengo que tener uno para mi casa».Y, dicho y hecho. Bueno, casi...
Encontré una descalzadora guardada en el tratero, supongo que de los años 70 y de mis abuelos que me parecía perfecta para modernizarla un poco. Lo que olvidé por un momento es que nunca había tapizado nada de nada. Pero no me importó.
Por la tela vaquera, ningún problema. Desgraciadamente, siempre acabo rompiendo los vaqueros por el mismo sitio y muy rápidamente.  
Y siempre me ha molestado deshacerme de ellos sin poder darles otra utilidad.
¡¡Así que guardé tres distintos para hacerlos pedazos de verdad!!

Lo primero que hice fue cortar las piezas más interesantes de los vaqueros: bolsillos traseros, cinturilla y la parte de la cremallera y luego corté varios trozos de la parte de las piernas de distintos tamaños para después poder unir todo como si se tratase de un puzzle.

Como tenía tres pantalones distintos, el contraste al unir todas las piezas era más chulo porque resaltaban los diferentes tonos de color vaquero y variaba también el tipo de tela. ¡Así me pareció más original!



Cuando elegí cómo quería que fuese el diseño de la tapicería, comencé con el montaje de las piezas, cosiéndolas una por una, hasta conseguir un tamaño de tela lo suficientemente grande como para tapizar toda la descalzadora.

¡Ojo! para coser la tela vaquera aseguraos de utilizar las agujas correspondientes para la máquina de coser y sobre todo para coser las partes más duras del vaquero como los bolsillos y, sobre todo, la cinturilla. Yo lo conseguí gracias a la ayuda de mi hermana que, como diseñadora que es, al confeccionar su propia ropa, ella controlaba perfectamente esos detalles a la hora de coser la tela.

                                  
Para comenzar a tapizar la descalzadora, quité las patas de la misma, simplemente desenroscándolas, para trabajar más cómodamente.

Y empecé a tapizar. Siempre desde la mitad de la descalzadora hacia los lados. Por la parte de abajo clavé una grapa en la mitad de la descalzadora y fuí avanzando hacia los laterales, poniendo grapas cada 2 ó 3 cms. Poco a poco iba grapando cada lado tensando mucho la tela para que quedase lo más estirada posible.
Me resultó un poco más complicado doblar la tela en las esquinas para que quedasen rematadas y un poco curiosas. Al final lo conseguí.

    

Para terminar, añadí tela vaquera bien estirada que grapé por la parte de abajo de la descalzadora, cada 2 ó 3 cms, para que quedase perfectamente rematada y volví a enroscar las patas.


Para ser la primera que he tapizado, el resultado es bueno. No es un puf pero ¡me gusta!
Es una manera de reciclar unos viejos vaqueros y sobre todo darle un poco a la imaginación. Con una idea muy sencilla podemos crear algo muy chulo y util.

¿Qué os parece?
  

viernes, 25 de enero de 2013

Restauración y limpieza de plancha a carbón

Siempre me ha parecido muy curiosa la manera en que se planchaba la ropa antiguamente con las planchas a carbón.  ¿Cuánto tiempo tardarían en plancharla? ¿Cómo quedaría después? Y lo más importante, ¿cuánto calor pasarían cuando se rellenasen las planchas con las brasas del carbón? No lo quiero ni imaginar...
A mí me parece genial que existan estos utensilios porque creo que son chulísimos para decoración y, sobre todo, para restaurarlos. Esta plancha a carbón la tenía mi madre en su casa, la recuerdo prácticamente desde siempre. Seguramente la utilizaría su madre cuando ella era una niña.
El proceso es prácticamente idéntico al de las planchas de hierro del post anterior. La única diferencia es que a ésta le tenemos que quitar la pintura dorada.
                                      
Primero quité la funda que tapizaba la plancha y saqué el mango para quitar la pintura y trabajar mejor.
Utilicé acetona para eliminar toda la pintura dorada. Empapé un trapo con acetona y también la extendí varias veces con un pincel sobre la parte a tratar para que quedase bien impregnada y la pintura saliese sin problemas.  
Y fui quitando poco a poco la pintura. La verdad es que con acetona salió muy bien aunque siempre hay que tener un poco de paciencia. 
Algunas partes resultaron un poco más complicadas para quitar la pintura. Me ayudé con el cepillo de aluminio bien empapado en acetona para quitarla de los sitios más complicados.
Cuando eliminé la pintura y vi solamente el metal, oxidado, seguí los mismos pasos que para limpiar las planchas de hierro.
Con el cepillo de aluminio cepillé hasta eliminar todo el óxido y empecé a ver el metal.
Después con la lana de acero, comencé a frotar fuertemente la plancha para retirar cualquier impureza o resto, terminar de limpiarla y pulirla.
Cuando la noté pulida y suave, con los dedos se nota perfectamente, decidí dar el paso final: protegerla del proceso de óxido y sacarle brillo.
Con la brocha apliqué una capa de cera y después de unos pocos minutos retiré los restos y froté la plancha con la lana de acero insistiendo con fuerza hasta empezar a sacarle brillo.
Le apliqué cera varias veces hasta que conseguí el brillo deseado.
¡Ahora está perfecta!

jueves, 24 de enero de 2013

Limpieza de planchas de hierro antiguas

Llevaba guardando las planchas de hierro de la casa del pueblo muchíiiiisimo tiempo. Es más, aun no sé si pertenecieron a mi abuela, a su madre o a la madre de su madre... No, esto último no creo, ¿o sí? 
Supongo que es, sobre todo, por tener recuerdos de mi gente; me emociona.

El caso es que siempre me han fascinado los objetos antiguos.  Entonces me dije: «¡¡Manos a la obra!! Vamos a arreglarlas para que vuelvan a lucir como antaño». Aunque ahora su utilidad sea, evidentemente, otra.
Cuando recogí las dos planchas del pueblo venían con tanto polvo y suciedad que casi no podía distinguir el óxido, el metal, los números y letras que tenían, nada de nada... «¡Mejor!», me dije, «¡Más bueno será el resultado!».

El proceso de limpieza de las planchas es realmente muy rápido y fácil, pero también requiere un poco de insistencia y paciencia.
Con el cepillo de aluminio comencé a frotar con fuerza para que fuese saliendo todo el polvo para así llegar hasta el óxido que rodeaba toda  la plancha.
Este proceso es un poco cansado porque, en mi caso, las planchas estaban muy sucias.
Pero también tengo que decir que el cepillo de aluminio es una herramienta maravillosaaaa!!
Poco a poco y sin dejar de cepillar, también fue desapareciendo casi por completo todo el óxido que rodeaba la plancha y comenzó a salir el metal. Cuando logré eliminarlo prácticamente todo, con un trozo de lana de acero, comencé a frotar las planchas para retirar cualquier resto, terminar de limpiarla y dejarlas lisas, suaves y bien pulidas.
Una vez pulidas, apliqué una buena capa de cera con una brocha (también puede hacerse con un trapo). Sin miedo. La dejé secar unos minutos (3 ó 4), después froté con la lana de acero o un trapo para quitar los restos de cera y al mismo tiempo intentar sacar todo el brillo posible.
Esta operación la repetí 4 ó 5 veces hasta que conseguí el brillo deseado (esto va en función de gustos). 
Se pueden dar todas las capas de cera que queráis.

La cera también es muy importante porque puede frenar o, por lo menos, ralentizar el proceso de oxidación que pueda producirse en el metal. Vamos, que lo protege.
En algunas zonas quedaron restos de óxido aunque no me importó en absoluto porque le sigue dando el toque «viejillo» y antiguo que tanto me gusta.
El resultado creo que es bastante interesante:

Armario forrado con corcho

Cuando terminé de forrar el armario de corcho que tengo en la terraza reconozco que el resultado fue muy positivo por varias razones:
La primera, porque el armario quedó totalmente nuevo y reforzado, bastante curioso y original.
Y  la segunda: porque el corcho, al estar el armario en una terraza (aunque sea cerrada) siempre va a aislar del frío o del calor, dependiendo de la época del año. Y doy fe de que es cierto.

No es complicado pero eso sí, requiere un poco de paciencia. Solo un poco...
Para forrar el armario utilicé unas planchas de corcho de 4 ó 5 mm de grosor (no en rollos).

Este armario lo hicieron de aluminio, allá por los años 80. La parte de la ventana no tenía plancha de aluminio y la parte de ladrillo visto de la terraza, idem (??)... No me preguntéis por qué, pero podéis imaginaos el frío que entraba por ahí.

Una vez medida la primera cara del armario (empecé por el fondo), corté la plancha de corcho y apliqué adhesivo de contacto tanto en el fondo del armario como en el corcho y después de 10-12 minutos de espera de secado, pegué. Según medía iba colocando las planchas.

En la parte de la ventana coloqué una plancha de poliespan blanco de 3cms de grosor para aislar bien, haciendo que ésta quedase a la misma altura que el aluminio lateral para poder pegar el corcho después. 

¿Problema? No pude aplicar adhesivo de contacto sobre el poliespan porque este se deshacía, así que se me ocurrió pegar el corcho sobre el aluminio que quedaba en los laterales sin que llegase a tocar el poliespan.
Apliqué adhesivo en el aluminio y en el corcho, 10-12 minutos para que secase un pelín y pegué ambas partes.  Funcionó.
Prácticamente así hasta terminar todo el armario, incluida la base del suelo.

Lo más aburrido y donde hay que tener más paciencia es en los remates. Si os fijáis en la foto, hay muchas tiras de aluminio que tuve que cubrir con el corcho. Cortar esas tiritas de corcho requiere un poco de paciencia y precisión. Al final casi no se distingue el corte y por eso me encanta trabajar con corcho.
En la parte del armario donde iba el ladrillo visto inicial terminé de colocar unos esquineros de aluminio para poder colgar unas baldas de aglomerado de unos 2cms de grosor.  Así aproveché prácticamente toda la altura del armario.
También forré las baldas de aglomerado con el corcho para que el trabajo fuera completo y perfecto. Quedaron muy chulas!!! (Esta foto la hice antes de terminar con las tiritas de corcho.... Sólo para comprobar cómo quedaban las baldas.)
Y después de limpiar bien todo el armario empecé a colocar todos los «objetos trastero», como los llamo yo, y este fue el resultado: